martes, 26 de abril de 2011

Esto es un puto tren que no para


Esto es un puto tren que no para
un tren que viaja a trescientos por hora
un tren al que nunca dije si quería subirme
y ahora vamos todos cuesta abajo
                                                 sin frenos
                                                           sin manos.
todos hacia ningún lugar
en esta máquina de pistones dementes
de donde brota sangre negra
                                               y más sangre
como una noche sin luna y sin astros

En este tren, como lombrices
cavando agujeros eternos
siempre hacia abajo y más abajo
hasta un centro cuya existencia es incierta
pero no se detiene
no fue hecho sino para avanzar
para roer el tiempo

Y hay una vaga idea
nos lo dicen las nubes
con susurros
y un silbido.
llegará un día en el que pare todo esto
pero nosotros seremos nubes
 este puto tren se irá a la mierda
y flotaremos
vigilando
royendo a esta puta máquina
verla sangrar
y sangrar
mancharnos nuestros cuerpos de nubes
y devorar todo a nuestro paso
abrir nuestros cuerpos y llover
hasta inundar los restos que queden
toda huella
y seguir lloviendo por nuestros hermanos
por nuestras sombras y sus huesos
y exprimir hasta la última gota
lo que fuimos.
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martes, 19 de abril de 2011


De pronto me doy cuenta, que soy completamente intolerante.
 No soporto la idea de serlo, pero mucho menos aceptaré una a una las cosas que me son ofensivamente injustas.
No tolero, por ejemplo, que los señores escupan en el metro, por lo general son señores gordos, con la frente algo arrugada, de bigote, con el pelo relamido hacia atrás. Sí, así son o así los recuerdo, esos mismos señores se meten en las filas o no respetan la vialidad peatonal, les vale madre.
Claro si escupen o se meten en la fila por qué no habrían de hacer cuanta pendejada se permitieran.
De pronto el señor obeso se convierte en taxista y hace básicamente lo mismo pero en su coche, es más, hasta baja la ventana y escupe en la calle.
El señor obeso podría ser cocinero, policía, maestro, abogado, médico, diputado, presidente y sería exactamente la misma imagen, solo que con distinta ropa.
De pronto veo a todos como el mismo pinche señor obeso en todas putas partes, veo al señor obeso en mujer, en niño, en bebé, en anciano. Pronto mi mundo se reduce a mi pequeño círculo de amigos y conocidos y al mundo de señores gordos que escupen por todos lados.
No comprendo como ellos no se dan asco entre sí ¿o no lo saben? A veces veo híbridos de señores gordos con algo más humano, a veces veo señores más gordos, más arrugados, mordiendo con su boca como de mosca a los demás señores gordos, infectándolos, como zombis.
Hace no mucho han entrado en mí unas tremendas ganas de escupir, fui al baño y el espejo no me engaña, algún señor mosca seguro me ha babeado y mordido en estas últimas horas, pensar en todo esto me causa pereza.  Cómo babeo.
De pronto me doy cuenta que ya no soy tan intolerante, de pronto mi cuerpo se ha hinchado y aunque no quiera comienzo a escupir, he ensuciado el sillón. Mi boca la siento extraña, caliente, viscosa.
Decido irme a la cama, por alguna razón creo que me será pesado pero no, no sé cómo llegué, juraría que fue flotando.