jueves, 9 de septiembre de 2010

éxodo 2

Vagaron errantes en busca de un lugar para vivir.
Habían vivido errantes, pero no sabían qué era vagar en el desierto, no sabian qué era caminar por las arenas cuando éstas son tan calientes como el sol, no sabían que era no beber agua durante  días, ni provar bocado alguno.
A veces encontraban animales muertos, corrían hacia ellos, espantaban a los buitres, devoraban carne cruda, descompuesta, comían moscas, bebían sangre.
Los que morian no eran enterrados pues de eso se encargaba el desierto, aquel que moría era devorado por su familia y no se sabe a ciencia cierta cuántos morían o cuántos eran asesinados.
Por las noches todos hacían una gran pila y en la parte más caliente dormían a los niños, al despertar habían quienes no lo hacían, por lo general eran los más viejos.
Eran miles caminando diario y diario morían algunos.
Diario un niño tenía que ver a dos teniendo sexo como si fuese un castigo para ambos.
Diario alguien entraba en pánico y tragaba tierra ardiente hasta morir.
Con el tiempo se acostumbraron, la arena ya no era tan caliente, el hambre era menos frecuente, la ropa era sólo util por las noches, tener sexo era sólo una labor para preservar a la especie, todos caminaban, incluso dormidos, lo que los hacía despertar en otro lugar y como el desierto es igual  dieron vueltas en círculos por años.
Pensaron que si no era tan terrible vagar por el desierto podrían tomarlo como su tierra, pensaban que el viejo sueño de vivir entre pasto y árboles ahora era repulsivo. Fue quizá una bendición del creador, pues en cuanto desearon vivir ahí, se convirtieron en hierba, en cactus, en arena o en plantas rodadoras que vagan herrantes, ya sin lágrimas, con un viejo sueño que no recuerdan.